
SILENCIOS
Relato en primera persona, vinculado a la última dictadura cívico-militar y los crímenes cometidos durante esa etapa
Alass, de Libre El Lápiz
3/23/20238 min read

De repente, el silencio invadió el aula y ya no hubo vuelta atrás. Sólo fue interrumpido por el timbre que marcaba el regreso a casa. Todos salían conversando, corriendo y sumergidos en sus planes de fin de semana. La clase de Sociología no. Sin apurarnos, ensimismados y casi sin mirarnos, tomamos nuestras cosas y salimos pensativos de la escuela. Nos despedimos con señas.
Caminé las pocas cuadras que me separaban de casa, y seguí absorto en mis pensamientos
-¡Hola Mati!- se acercó mi mamá dándome un beso. Respondí con un gesto. No pude ver su expresión de preocupación. Sin pensarlo mucho fui a mi habitación, aún en silencio... y conmigo.
-Decime por favor qué te pasa- interrumpió la calma mi mamá. Ahora si lo vi con claridad, ella estaba al borde del llanto. No podía dejarla con esa preocupación. La invité a pasar y se sentó en mi cama. Por primera vez, no mencionó el desorden. Allí, bajo la sombra del póster de Harry Potter, comencé a contarle
-Las madres y abuelas de Plaza de Mayo son todas unas estafadoras- la voz de Alexis fue lo primero que escuchó el profe Pablo al ingresar a dar su clase de Sociología como siempre, cada martes. Todos lo miramos, sabiendo que iba a empezar con el sermón, pero no. Apoyó su maletín en el escritorio y suavemente se dirigió a Alexis:
-Puedo notar que tiene una opinión muy formada al respecto.
-Si... o sea... está bien... perdieron a sus hijos... pero eso pasó hace un montón y no tengo nada que ver yo. Pero el Estado las subsidia con muchísima plata, mi plata también. Y todo lo que no debemos saber- el profe asintió y sólo pudimos escuchar un "Entiendo" entre dientes.
Luego de una pequeña pausa, nos preguntó si nos parecía bien salirnos un poco del programa por única vez. Por su puesto que todos estuvimos de acuerdo, porque parecía que así, no íbamos a hacer nada ese día, y Pablo siempre nos hacía trabajar... un montón. Nos empezó a contar una historia:
"Vamos a hacer de cuenta que yo no soy Pablo... o si... pero soy otro Pablo, de hace muchos años. Mi papá tuvo que dejar la escuela muy chico porque no alcanzaba la plata. Trabajó toda su vida en una gran empresa, muy importante. Siempre fue responsable y leal. No recuerdo que alguna vez haya faltado. Me decía que él iba a trabajar todo lo que pudiese, para que yo tenga la oportunidad de elegir. Mi mamá se encargaba de la casa y hacía trabajos de costura para el barrio. Tenían cerca de 55 años, se venía la jubilación tan merecida. Pero no, ese no era el plan de la empresa. Un día, sin muchos preámbulos, lo echaron y el mundo se le vino abajo. Pude ver como todo su ser se iba desdibujando. Se sintió traicionado. A pesar de que pudo salir adelante, nunca fue el mismo. Llevaba esa herida como una pesada mochila en su espalda. y los años que pasó tan orgullosamente trabajando, se convirtieron en la sombra de un mal recuerdo"
"Yo, o mejor dicho ese Pablo de la historia, como espectador de todo, entendí que debía luchar para que nadie más atraviese una situación similar. Ya ingresado en la facultad, comencé a militar para la Juventud Peronista. Íbamos a marchas, organizábamos visitas a los barrios, comedores populares, restauración de clubes, planes de alfabetización... varias actividades que me hacían sentir en el camino"
"De a poco, mis compañeros de la facu y de la militancia empezaron a ausentarse. Primero uno, después otro y se iban sumando. Un día estaban y al otro día no. 'Debe haber viajado...' 'Fue a ver a la familia...' 'Tal vez está enfermo...' Estas excusas de la primera hora fueron reemplazadas por autos verdes, capuchas y cuentos de terror... pero difíciles de creer para mi. Y ahí quedé, como en pausa, esperando el regreso"
"Saliendo de cursar una tarde, me detuvieron, me pidieron identificación, chequearon mi nombre en una libreta rayada, chiquita... y estaba. Todo mi ser me empujó a salir corriendo, pero no pude hacer nada. Cubriéndome toda la cabeza, conocí la capucha que me iba a acompañar por mucho tiempo. Desde el momento en el que me subieron al auto, la amabilidad ordenada se transformó en golpes y patadas. Me forzaron a acostarme en el piso del asiento trasero. Aunque ya tenía las manos atadas, pude sentir que había otro cuerpo en la misma situación que yo... también temblaba. Quise hablarle y sentí un fuerte dolor en la nuca alta... y ya no pude recordar nada del resto del viaje"
"Un fuerte y helado chorro de agua, me despertó... o me devolvió la conciencia, no sé. Ya no tenía la capucha, ahora era una venda ajustada en los ojos y las manos libres. El olor era horrendo. Me incorporé, y seguidamente llevé mis manos a la venda
-Ni se te ocurra pendejo de mierda- una voz que nunca había escuchado, pero que inmediatamente me dejó mudo y petrificado de terror, se acercaba a paso firme. Me había movido un poco la venda y pude ver la botas, acordonadas y negras, con unas manchas rojas...'¿Será sangre?', pensé, 'No, no puede ser'. Otra vez el dolor quemante, pero en la sien izquierda, me devolvió al suelo. Entendí que si era sangre, porque ahora la mía se unía a las manchas y al olor metálico insoportable de la habitación. Sentí que alguien tocaba mi cuello y decía 'Listo por hoy'. Algo más pude escuchar, otra voz, más joven, se disculpaba con la voz del terror por haberle traído una 'manteca'."
"El calor del sol y una mano en la frente, me despertaron. La voz de una mujer, me decía que 'Ya está', 'Ya estaba bien'. Ahí la esperanza de una pesadilla acabada me invadió. Pero al querer quitarme la venda, me detuvo las manos con las suyas:
-Todavía no... esperate un poquito- me susurró al oído, llevándome de vuelta a la realidad- No terminaron las rondas. Si te ven, te van a picanear... o peor- En ese momento, no entendí muy bien, pero supe que debía quedarme quieto. Unos minutos después sentí que una puerta se abría. Un líquido tibio mojaba mis pantalones sucios y un objetos los tocaba. La puerta se cerró rápidamente. Tomé el objeto: un pan duro -El desayuno- volvió a susurrar la voz- Aprovechalo que puede ser lo único- Obedecí"
"La voz femenina comenzó a presentarse. En silencio, pude saber que se llamaba Melina, que hacía cierto tiempo que estaba ahí. No sabía bien cuanto, porque dejó de llevar la cuenta de los días al tercer desmayo, producto de las torturas sistemáticas. La habían llevado ahí con su hermana Silvina que estaba embarazada. Supo que había tenido una nena, Clarita. Y después nada. Nunca regresó allí. Un quejido interrumpió la charla. Melina se levantó y fue a un extremo de la habitación. Me dijo que ya podía sacarme la venda. El panorama era desolador. Paredes altas, descascaradas y húmedas. Una ventana ínfima, elevada, casi al techo. El olor era lo peor, nunca había sentido algo así"
"Melina me llamó la atención con una seña. Fui junto a ella. Pude descubrir su rostro muy adelgazado. Sus brazos reducidos a piel y huesos, marcados con diversas heridas, sostenían una persona aún en peores condiciones. Harapos desgarrados reemplazaban su ropa. Lucía terriblemente enferma, pero se movía como si tuviera la fuerza de una manada
-Él es Patricio. Parece que ayer estuvo duro, se les fue la mano a estos hijos de puta- Ella lo sostenía en sus brazos y le hablaba muy dulcemente. Patricio intentaba articular alguna palabra, pero era inútil.- Ya se. Si, te lo prometo. No, te juro que lo van a saber, por supuesto. Si, tranquilo que me acuerdo todo. Guardá esas energías- le decía Melina"
"Me senté en un rincón, el lugar eran 4 paredes, una ventana y una puerta. El único colchón mojado y completamente sucio, era donde yacía Patricio. Alcé la cabeza, la pegué contra la pared y comencé a llorar, ahora consciente de mi realidad. Fui interrumpido bruscamente por Melina:
-¡Ahora! ¡La venda si querés vivir!- tembloroso, no dudé y obedecí."
"La puerta se abrió y 5 pares de botas negras acordonadas entraron a nuestra... ¿habitación?... ¿celda?... ¿agujero del infierno?... no sé. No pude discriminar los movimientos, pero duraron unos 10 segundos. Melina gritó:
-¡No! ¡Por favor! No lo va a resistir, se va a morir. No lo lleven hoy- Pude escuchar cómo las súplicas se multiplicaban. Algunas voces más cerca como desde la pared y otras más lejos, desde distintos puntos. Algunas más enérgicas, otras más apagadas, pero todas pedían lo mismo. Y todas esas voces se convirtieron en un lánguido y melancólico ruego. Resultó totalmente en vano. Ese lamento, producto de las últimas fuerzas unidas, se perdió en la infranqueable dureza de la botas negras
-¡Mirá lo que hiciste puta de mierda!- le dijo un par de las botas negras, seguido de un golpe seco y un grito más agudo. La puerta se cerró..
Inmediatamente me saqué la venda, un nuevo moretón en la cara de Melina y un corte que sangraba tímidamente me dió a entender todo. Ahora era yo quien sostenía a Melina y escuchaba su historia:
-Este es el infierno- me corfirmó. No lloró. Creo que ya no le quedaban lágrimas."
"Hubieron pocos como yo, que pudimos salir del agujero más profundo del averno. Pero si muchísimas Melinas, Claritas, Silvinas y Patricios. Como 30000. Y esos 30000 tenían o tienen Madres. Madres que hasta el día de hoy, parte de lo que saben es lo que les contamos los Pablos, que grabamos en nuestra memoria cada recuerdo, cada nombre e historia; para tratar de llevar las últimas palabras, y los últimos deseos de la mayor cantidad de 'desaparecidos' a la luz de sus familias. No hay voces oficiales sobre el destino de esas personas. Sólo los sobrevivientes y algunos arrepentidos"
"Relatos de la vejámenes más crueles sobre sus seres queridos. Es terrible. Yo no puedo imaginar el dolor de no saber absolutamente nada sobre tu hijo, hija, nieto o nieta. O esa dicotomía de saber y no saber. Es decir, como Estado, les damos el golpe más bajo que se le puede dar a un ser humano y luego las juzgamos. Pero, bueno, entiendo lo que dice usted señor alumno. Usted fue ajeno a esa etapa y es cierto, no estaba. Vamos a dejar de lado el legado que esa aberración dejó y las consecuencias que aún sufrimos. Pero permítale hacerle unas preguntas: ¿Usted sabe qué nos llevó a torturarnos, matarnos y humillarnos entre nosotros mismos? El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla, ¿qué estamos haciendo hoy para que no vuelva a suceder? Si tal dolor, inmensurable como dijimos, pasó hace tanto tiempo, ¿tenemos derecho a exigir su olvido?"
-Nadie dijo nada, mami- le dije terminando mi relato- Toda la clase cayó. Se podía escuchar el silencio hasta en la última célula. Te cuento para que te quedes tranquila, estoy bien.
-Me hubieses dicho y traía el mate- fue lo único que pudo decir. Se la veía abrumada.
Los días siguientes pude escuchar los murmullos al respecto entre mi familia, seguidos de silencios que se diseminaban como la enfermedad más contagiosa. Pero las ideas y la reflexión también, se sentía en el aire. Fruto sin dudas de la memoria como semilla
FIN
Alass, de Libre El Lápiz

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