
Un viaje a Nilcen (Segunda parte)
Continuación y final del viaje de Viki.

Bajando la escalera, sintió las voces conocidas de Tomás y Peti. Pero se escuchaba una más, de mujer. Viki apareció en el hall de recepción, muy renovada
-Se te ve mejor- le dijo Tomás
-Si, descansé muy bien. Debe haber sido el té- respondió, provocando una sonrisa en Peti
-¡Hola! Mi nombre es Alicia. Soy la dueña de la posada y la mamá de estos 2- se presentó mientras cargaba un cajón, y el sol le daba un gran brillo a su negro y pesado pelo. Había regresado en la camioneta con una gran cantidad de provisiones. Tomás y Peti la ayudaban. Alicia, con su potente voz, quiso saber si estaría interesada en el guiso de la noche de la Posada. Viki afirmó sin dudarlo, ansiosa por un plato de comida casera. Salió a recorrer Nilcen el resto de la tarde.
Caminó en dirección opuesta al centro, hacia las montañas. Luego de unas calles, ya no había casas y el camino de ripio fue reemplazado por uno de doble huella. Al final, un grueso tronco, sostenido por otros más petisos, marcaba el final del paso vehicular. Junto al tronco, una garita bien acondicionada, anunciaba la entrada al Parque Nacional Río Turbio. No estaba publicado ningún arancel y no había nadie excepto por Viki. Decidió adentrarse y caminar por lo que parecía ser un paso antiguo muy transitado que dejó de usarse. Continuó unos 300 metros hasta un claro donde se abrían varios senderos con indicaciones. Luego de consultar el horario y calcular la demora que tomaría cada uno según los carteles, eligió el del Salto del Zorro. Una pequeña cascada a 90 minutos, de baja dificultad. El ingreso estaba cubierto por una galeria formada por la vegetación del lugar, que ofrecía un agradable aroma a madera mezclado con lavanda y limón. Viki estaba segura que se trataba de citronella, pero no pudo encontrarla. En sólo 70 minutos, llegó al Salto.
No supo si fue el ruido del agua, los olores o la caminata; pero el dolor de cabeza volvió con otra fuerte puntada en su sien. Cerró los ojos con fuerza tratando de mitigarlo. Siguieron los fosfenos, más intensos y vivos esta vez. Sintió la debilidad en las piernas y luego el contacto de su peso muerto con el suelo. La luces en su cabeza la llevaron nuevamente a La Cueva. Romina y su cara adelgazada, le decían que tenían que buscar más, que ya no quedaba. Viki se miró su brazo izquierdo, que le dolía, y con pavor, retiró la jeringa clavada. Romina revolvía su cartera en busca de algo que sabía no iba a encontrar, y desesperada rompió la cartera de Viki, la que era de su mamá. Otras personas (viejos conocidos) yacían acostados con diversos grados de inconsciencia. No podía creerlo, ella estaba limpia hace tiempo. Salió corriendo, tropezó con una baldosa salida y rodó escaleras abajo.
Despertó con una sensación de humedad en la cara. Un zorro gris le lamía la mejilla, que al percibir el movimiento de Viki, salió disparado y se perdió en la vegetación. El aroma fresco que antes intensificó la cefalea, le devolvía su alma. Los distintos tonos de verdes, naranjas y rojos la aliviaron aún más. La cascada y su ruido culminaron ese sentimiento de sentirse a salvo, como en casa. Ya estaba oscureciendo, fue evidente que había estado inconsciente un buen tiempo. Durante su desintoxicación en el hospital, había tenido migrañas intensas, pero nunca hasta llegar a la inconsciencia. Pensó que podría ser alguna secuela de sus adicciones y supo que debía realizar una consulta profesional. La temperatura había bajado, sentía el viento frío a través de la ropa. Regresó a buen ritmo, a fin de calentarse.
Una vez en la Posada, el comedor estaba dispuesto para servir la cena. Otros comensales se estaban acomodando. El frío le había llegado hasta los huesos y contaba los segundos que demoraría en tomar una ducha caliente. Subió casi corriendo a la habitación. Encontró a Tomás en el pasillo, subido a una escalera reparando una lámpara:
-Unos minutos más y salíamos a buscarte- le dijo bajando y con cara de preocupado- El único peligro acá es perderse en el bosque. Pero por suerte no fue tu caso.
Viki pensó en comentarle el evento que sufrió esa tarde, pero luego se arrepintió; así que sólo le agradeció su preocupación. Sin embargo, le aclaró que, de hacer una caminata larga y complicada, se inscribiría en el registro del Parque. Haciendo alusión al frío con sus manos, se despidió. Tomás la retuvo unos momentos más:
-Hoy hay un fogón en el pueblo. Se hace todos los jueves, y hoy es jueves... entonces.... Van más que nada, personas de nuestra edad. Va a haber guitarra, canto, baile y lemonchelo que hace un amigo. Es su propia cosecha. Si querés y no tenés otros planes.... podemos ir después de comer.
Viki se sorprendió un poco, pero le entusiasmaba la idea de conocer a la gente del pueblo. Por unos segundos, le pareció percibir una intención romántica en la invitación, pero decidió no pensar en eso y aceptó.
El baño le resultó sumamente confortante. Más relajada, miraba la escasa ropa que había decidido traer y no podía elegir qué ponerse. Nunca había ido a un fogón. Y pensó en Romina, y en cuanto la extrañaba. Se habían conocido en la escuela primaria, fueron inseparables desde entonces. Incluso en sus adicciones. Sin embargo, cuando Viki se vió a si misma empeñando las alianzas de sus padres a fin de conseguir más dosis, le bastó para marcar el fin. Salió de la casa de empeño y fue al hospital. No fue fácil, pero lo logró. Aún no lo era, incluso estando limpia por tanto tiempo. A pesar de la insistencia de Viki, Romi no quiso dejar de consumir. En su último intento de sacarla de esa vida, la acusó de traidora, la amenazó de muerte, le pidió plata y luego se perdió entre el cemento del aguantadero. Romi sabría decirle qué ponerse, ella hacía las cosas más sencillas. En su cabeza, como una luz de esperanza, se prendió la idea de buscarla otra vez y traerla a Nilcen. Ese pensamiento le devolvió una sonrisa. Miró una vez más su ropa. Estratégicamente, tal vez, viajaba sólo con mochila y tenía pocas opciones. Eligió un jean, remera de manga larga blanca, pulóver verde y la campera abrigada.
Mientras bajaba la escalera, el ruido a platos y cubiertos, sumados a las voces de diferentes conversaciones, que se unían en un único sonido, auguraban una gran concurrencia en el comedor de la Posada. Parada en el umbral y mirando en todas direcciones, Viki no encontraba lugar libre para sentarse. Tomás advirtió su llegada y le señaló con la cabeza, una mesa detrás suyo. Viki se acomodó junto a una pequeña ventana, cuya vista daba al sauce. No había advertido las luces decorativas hasta ese momento y se quedó mirando; absorta en ellas, las ramas y su movimiento ondulante. El frío era un obstáculo si decidía vivir allí, pero hasta ahora Nilcen era casi perfecto. No sabía si como periodista e investigadora iba a tener oportunidad laboral. Sin embargo, la docencia le gustaba y podría dedicarse a eso hasta que tuviese su propio diario. Sonrió con esta última idea.
-¿Qué o quién será la causa de esa sonrisa?- Tomás interrumpió sus pensamientos con la carta de la bebida. Viki se encogió de hombros y sólo dijo que le agradaba el lugar. Recordó su "cita" de la noche, y un atisbo de vergüenza la zambulló en la lista de vinos y aperitivos. No tomaba alcohol. Si bien, no era adicta a eso, el tratamiento incluía quitar todas las sustancias que tuvieran ese potencial. Cuando finalmente pidió el agua, la vergüenza se había disipado
El guiso estaba exquisito. Hacía mucho tiempo que no comía algo tan rico. Todos los comensales felicitaban a Alicia por su comida. Viki quedó tan satisfecha, que decidió no pedir postre. Cuando terminó, no supo si esperar a Tomás, preguntarle a qué hora sería el fogón o ayudarle con las últimas tareas. Alzó la cabeza para buscarlo. Tomás se acercó y se sentó enfrentado:
-Quedan pocos ya y casi termina la cena. Mi mamá sabe que los jueves me voy antes. Así que en media hora (minutos más, minutos menos) vamos
-¿Querés que te ayude con lo último?
-No si quiero evitar que me acogote- rió Tomás, mientras señalaba con su cabeza a Alicia- Llega a ver un huésped trabajando, primero se infarta y después me mata- Viki también rió y le avisó que esperaría afuera, en el jardín.
La parte de adelante la conocía, por lo tanto, decidió recorrer la posterior. Se puso su campera abrigada y salió. El sauce seguía bailando al compás del frío viento que le congeló la nariz. Subiendo el cuello de su pulóver, rodeó la galería hacia atrás y bajó por una escalera de hierro pintada de negro. El viento fue más frío y se puso la capucha de la campera. El jardín trasero no era tan uniforme como el delantero. Había más vegetación y era evidente el aroma a jazmines, que no pudo encontrar debido a la oscuridad. Llamaron su atención unas luces en el suelo. Como grandes luciérnagas, custodiaban un camino rojo estilo colonial, que continuó unos metros. Al final, había un pequeño arroyo con un breve puente de madera a modo de paso peatonal. Viki lo atravesó y continuó por el pasto hacia unos faroles que veía a lo lejos. Había árboles frutales que, a pesar de la oscuridad, sus diferentes aromas detallaban limones, naranjas y mandarinas. Reemplazan por completo el olor a jazmín. Viki llegó a los faroles que resultaron el fin del terreno. Un fuerte alambrado le impedía seguir explorando. Diferentes sombras y tonos de grises, negros y azules profundos, sugerían una vegetación aún más frondosa, pasando el límite de la Posada.
Viki dió un salto al sentir el quiebre de una rama en la oscura noche, y rápidamente volteó hacia el sonido
-Soy yo- le dijo Tomás, mostrando sus palmas en señal de calma- No te quise asustar ¿Cómo sabías que era por acá?
-No, no sabía. Quise ver el jardín trasero y me llamó la atención un caminito. Luego terminé acá, como el camino- contestó Viki señalando el alambrado
-¡Ah! Si. La ruta por la que iremos es más bien local que turística. Pero en el fogón suele haber turistas. Se puede llegar por varios caminos- Tomás hablaba mientras caminaba por el perímetro y Viki lo seguía. Hasta que se detuvo en una ligustrina- No pienses que es intencional, simplemente la planta creció y tapó la tranquera- Tomás levantó una especie de cerrojo y la ligustrina se abrió dejando ver un sendero de tierra- ¡Taraaaaan!- dijo, haciendo un ademán de magia. Viki sonrió y tomaron el camino.
La caminata les sirvió para no perder el calor y tener una buena charla. Ella notó que se sentía cómoda en compañía de Tomás, su conversación era agradable y se mostraba interesado por conocerla. Por supuesto, le pareció pronto hablar sobre su pasado. Trató de no mentirle, pero omitió algunos detalles. Viki había tenido un novio a los 15 años, durante un año. Luego sus relaciones se basaron en el consumo. No sabía cómo se sentía que una persona "le gustase", por lo tanto estaba confundida sobre Tomás. Él era el hijo mayor de Alicia. Había estudiado Agronomía en la ciudad, pero al morir su padre tuvo que regresar. Comenzó a encargarse de la Posada y fue uno de los fundadores del diario, que luego se perdió entre intereses económicos y poder político. Cuando Viki reveló su profesión, se mostró encantado. Él hubiera elegido lo mismo, pero económicamente pudo sostener una carrera más cerca de su pueblo. Periodismo se cursaba en la Capital.
Llegaron al fogón. Recibieron a Tomás con un abrazo. Brevemente presentó a algunos de sus amigos porque enseguida le dieron la guitarra y se unió al semicírculo en torno al fuego incipiente. La sensación del calor en la cara fue un alivio para la congelada nariz de Viki. Un poco tímida, se unió al grupo que comenzó a tocar los primeros acordes. Una chica de pelo largo y oscuro, entonaba, con una perfecta técnica, una canción que Viki conocía muy bien y comenzó a cantarla para si. La entonces vocalista lo notó y le ofreció un micrófono, que Viki rechazó afirmando que era una pésima cantante. Un hombre un poco más grande, le acercó unos instrumentos. Viki eligió la pandereta y el hombre explicó brevemente como mantener el ritmo. Una vez que eligió su instrumento, Tomás la llamó con una seña para que se siente a su lado. Viki se acercó y comenzó a acompañar como pudo, la melodía que sonaba tan bien, a pesar de sus conocimientos en música. Improvisaron algunas canciones más. Se sentía por demás a gusto.
En un momento, Tomás le sacó la pandereta y le dió un micrófono. Le susurró al oído que todos debían cantar en su primera noche de fogón, que traía suerte. Era un buen augurio de que que volvería en algún momento a Nilcen y él quería que eso sucediera. Incómoda, Viki tomó el micrófono y comenzó a destrozar una de sus canciones favoritas. Las miradas ahora entendían su negativa a cantar. Ignorándolos, Viki se paró, comenzó a bailar y cantar más fuerte, afirmando que la tendrían que soportar luego de tanta insistencia. Algunos bailaban con ella. Tomás seguía tocando la guitarra con una gran sonrisa. Una vez que terminó, hubo un mínimo aplauso que Viki tapó con una carcajada. Entre risas salió de su boca un "Se los dije" algo entrecortado. La alegría resultó contagiosa.
Un chico alto, de pelo castaño y enrulado, le ofreció una taza con una bebida amarilla que Viki aceptó pero no iba a tomar. Supuso que sería el lemonchelo. Tomás cedió la guitarra unos momentos y se acercó también con un vaso en la mano:
-Es la primera vez que alguien canta tan mal, pero brinda un buen show- le dijo Tomás extendiendo hacia ella su vaso en invitación a un brindis.
Viki sonrió, respondió tocando su tacita de plástico. Olvidó sus restricciones por unos segundos y tomó un sorbo. Cuando se dió cuenta, se sintió un poco insegura y en falta por haber bajado la guardia. Tomás notó algo extraño, y comenzó a explicarle como Rodrigo, uno de sus mejores amigos, hacía el lemonchelo. Le habló sobre flores en árboles, polinizadores y cómo lograr un limón sin venenos. Sobre fermentación lenta y reposo de la bebida, y el toque de menta de su propio jardín que le daba esa frescura al final de cada trago. La idea era hacerlo para vender localmente. Viki escuchaba y seguía tomando de su tacita. Era ligero y suave, de buen sabor y fresco, como le dijo Tomás. . Con la información, Viki se sintió más segura y le sugirió hacer una versión con albahaca. Ella consideraba que su combinación con el limón era ganadora de por si. Notó que le gustaba mucho la compañía de Tomás y no recordaba haberse divertido tanto sin otras sustancias de por medio. Desconocía esta nueva sensación, pero sin dudas quería averiguar de que se trataba.
Mientras seguían conversando, el chico alto de pelo enrulado volvió con la vocalista. Resultaron ser Rodrigo y su novia Alina. Él rellenó la tacita de Viki y le pidió a Tomás que le ayude a traer el resto del lemonchelo. Viki se quedó en compañía de Alina que sin rodeos le preguntó:
-¿Qué sos de Tomás?
No supo bien como responder a una pregunta tan simple y decidió contestar lo que sabía hasta ahora:
-Estoy parando en su Posada. Llegué hoy en la mañana a Nilcen. Me habló del fogón y me invitó a venir.
-Bueno, es la primera vez que viene acompañado. Sos una chica afortunada- Viki escuchó esas palabras sintiendo una breve pero intensa emoción. Decidió que ese sería su último vaso de lemonchelo de la noche, ya que prefería tener "todas las luces prendidas", como decía Romina- ¿Así que venís por turismo?- Viki asintió- Bueno, si todavía no te hablaron de esto, te sugiero el sendero a la Laguna Espejo. Es un poco largo, hay que salir temprano; y dificultoso porque es un ascenso sostenido. Pero cuando llegás es una belleza. He ido varias veces y no me canso de verlo. Podemos organizar para ir los 4
-Si, me gustaría- le respondió Viki- Siempre y cuando haya mate
-¡Por supuesto!- aseguró Alina- Veo que hablamos el mismo idioma.
Otras personas se acercaron a su charla. Alina los fue presentando. Viki sintió por primera vez que podría tener amigos y Nilcen le gustó todavía más. Sus padres le habían hablado de "diversión sana en grupo" una de las veces que la llevaron a la fuerza a un centro de recuperación, pero era la primera vez que la experimentaba.
Tomás y Rodrigo regresaron con 2 botellas. Viki no aceptó llenar su taza, señalando que aún tenía. Tomás quiso saber si le gustaría conocer un lugar y le extendió la mano. Ella la tomó y caminaron hacia abajo de una pendiente. Llegaron a un lugar donde se acentuó el olor a lavanda:
-¿Sentís, no? Es un imán de polinizadores- le dijo Tomás respirando profundo- Acá están los limones de los que te hablaba. Son varios árboles, pero hay otras especies plantadas para mejorar la riqueza del suelo y aprovechar su potencial. Rodrigo entiende más de eso que yo, el completó la carrera. Pero es algo de lo que aprendí hasta ahora.
-Se siente el olor a limón también- le respondió Viki
-Si, estamos junto al cuarto donde se procesa el lemonchelo y larga ese aroma. Pero te quería mostrar otra cosa- explicaba Tomás mientras bajaba por un terreno desnivelado aún rodeado de limoneros y otras especies, mientras se sentía el correr del agua- ¡Ah! Ahí ya se oye lo que te quería mostrar: el Río Manso
Llegaron a una playa pequeña de conchilla, donde el agua circulaba persistente. Se sentaron en un tronco. La oscuridad era profunda, mostraba un cielo despejado, lleno de estrellas. Viki nunca había visto tantas y quedó maravillada. Mientras, Tomás le contaba que para él, el lemonchelo era tan bueno porque venía de ahí. Escuchaba sin dejar de mirar las estrellas, quería grabar esa imagen para siempre en su cabeza. Tomás seguía hablando sobre su pueblo y lo agradable de vivir allí. Viki lo seguía atenta, mientras terminaba su bebida con pequeños sorbos. En un intento de compensar el frío, Tomás se acercó y la rodeó con su brazo por la espalda, al tiempo que propuso un nuevo brindis. Advirtió la tacita vacía y compartió un poco de su vaso. Viki se sintió muy confortable y no lo apartó, su calor y su olor le sentaban perfecto. Brindaron nuevamente y Tomás comenzó a sincerarse sobre su interés en ella. Viki quiso escuchar pero no pudo.
Ese último sorbo de lemonchelo, marcó el regreso de su puntada en la sien derecha. Como una mancha de tinta, se desparramó por toda su cabeza. Luego los fosfenos la forzaron a cerrar los ojos. Sabía que no era buena idea haber tomado y se culpó por ello. Podía escuchar que la voz de Tomás se acercaba y le preguntaba si estaba bien. Alcanzó a decirle que no se preocupara que en un momento estaría bien. pero luego las luces fueron más abundantes, y comenzó a sentir ruidos extraños, intensos, como si estuviese en una calle transitada. Notaba el movimiento de Tomás a su alrededor y sus palabras. Sin poder abrir los ojos, sintió perder de a poco el tono postural, y luego el contacto con el suelo. La voz de Tomás se oía asustada y sintió que la tocaba esperando que reaccionara. La disminución de los fosfenos le permitió abrir los ojos, pero se aterró al ver el rostro de Tomás desdibujado. Sin embargo, seguía escuchando su voz y eso la tranquilizó un momento. Decidió volver a cerrar los ojos. Comenzó a sentir la sudoración y quiso sacarse la campera pero no lograba que su cuerpo respondiera. Abrió los ojos y ahora no sólo la cara de Tomás se desdibujaba, si no todo el paisaje. Las estrellas fueron desapareciendo de a poco, las sombras de los árboles y la conchilla sobre la que estaba acostada también parecían deshacerse. El sonido del río se iba alejando y era reemplazado por bocinas y frenadas. Viki comenzó a mirar alrededor con mucho miedo y sin poder entender lo que sucedía. Volvió hacia Tomás. Un nuevo rostro comenzaba aparecer en él y le resultaba familiar. Luego su voz se tornó más aguda hasta que fue reemlazado totalmente por Romina que pronunciaba las mismas palabras. Cuando los fosfenos se fueron definitivamente, se llenó de pavor. Ya no había río, ni limones, ni fogones, ni nada: estaba en La Cueva.
En el descanso de la escalera, Romina yacía a su lado. Se retiró la jeringa e hizo lo mismo con Viki. Dos chicos pasaron casi sin notar que estaban ahí. Uno de ellos era muy parecido a Rodrigo. Se desplazaban en ese "modo zombie" que Viki conocía bien. No pudo incorporarse ni articular palabra, el cuerpo no le respondía.
- Alto viaje- le dijo Romina- Se te notaba que la estabas pasando joya. Nunca te había visto así. Hace un día completo que estás en el limbo, amiga. Esas alianzas nos dieron de la buena. Te puse la que me tocaba para festejar que volviste, pero ya no queda.
Viki se sintió perdida y al borde de la desesperación. Tratando de entender, quiso pronunciar una palabra, pero no pudo. Sin embargo, el esfuerzo le permitió incorporarse. Un poco tambaleante al principio, comenzó a descender por las escaleras. Luego el paso se puso más firme y finalmente salió corriendo. Todo mientras escuchaba los insultos y acusaciones de Romina, tachándola de "malagradecida".
Recuperada de su tono postural, sin fosfenos ni cefalea, pudo ver con claridad donde estaba: se encontraba en la calle de entrada a La Cueva. Un gran cartel anunciaba: Mermeladas Nilcen, donde se traslada el sabor de la tierra", junto a una imagen acompañante de un tren cargado de frutas. A su izquierda el viejo sauce "adornado" con el papel higiénico, que siempre le tiraban los chicos después de robarlo, se mecía con la lenta y triste brisa. Junto al basurero, reconoció la maceta con el jazmín ahora seco, que nunca plantó en la tumba de sus padres. Luego recordó cuando salió del hospital. Dos años tardó en empeñar las alianzas y buscar a Romina. Desolada, se sintió morir de la desesperanza. Comenzó a caminar sin rumbo, perdiéndose entre las calles de la ciudad.
Romina no la volvió a ver. Su familia, la que quedaba, la reportó desaparecida 2 días después. Nadie advirtió que en la estación de trenes había una chica nueva, joven y desaliñada. Un lugar muy concurrido donde todos miraban sin ver. Andaba una y otra vez por los andenes. Revolvía la basura. Sólo pronunciaba una palabra, buscaba insistentemente alguien o algo que la llevase de regreso a Nilcen.
FIN
Alass, de Libre El Lápiz

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